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Razón por la que estoy a favor del matrimonio civil entre parejas del mismo sexo

Muchas personas me han cuestionado sobre la capacidad de dos hombres o dos mujeres de llevar una relación de respeto y amor. Que por la misma naturaleza de ser gays y lesbianas carecemos de la capacidad o don de ser fieles en nuestras relaciones. Que llevamos un comportamiento cuestionable o incluso de promiscuidad o de falta de moral o valores. Nada más falso. Nuestro entorno nos enseña los roles que desempeñar en sociedad y aunque los escenarios de familia, escuela, iglesias, televisión, el cine y la literatura, entre otros, nos muestran patrones aceptados de conducta sexual, no determinan el comportamiento de un grupo en particular. Cada quien es o será a su manera por muchos factores y el amor sensual, sentimental y sexual se lleva a cabo entre personas y esa es la lección. Para encontrar roles positivos que nos enseñen que el optar por una relación diferente puede ser gratificante, y hay ejemplos en muchas partes, pero a veces solo nos fijamos en el punto negro en la página en blanco.

Desde que iniciamos nuestro accionar en busca del reconocimiento de los derechos humanos, incluyendo los que atañen a la diversidad sexual, hemos recibido resistencia y hasta el rechazo violento, sí, pero nuestro desafío inició el debate para el reconocimiento de los conceptos de orientación sexual e identidad de género. Desde que creamos la Asociación Hombres y Mujeres Nuevos de Panamá (Ahmnp) tratamos, en cada administración después de la invasión militar de 1989, incluyendo la actual, de impulsar que el Estado reconozca que panameños y panameñas que vivimos en la diversidad sexual somos sujeto de derechos. Hemos tenido grandes éxitos. Hoy existen distintos grupos haciendo lo mismo y de ellos nos sentimos orgullosos y orgullosas, pero falta mucho por recorrer. Seguimos luchando por el reconocimiento de nuestra humanidad y la capacidad de amar en igualdad de condiciones, mientras grupos antiderechos promueven el odio y tratan, con subterfugios políticos y patrañas, de modificar la Constitución de la República y leyes para rechazar nuestras peticiones y continuar perpetrando la opresión y desventaja en la que históricamente han sumergido a distintos colectivos.

Cabe señalar que el concepto de Estado laico es un principio ambiguo en la Constitución de la República de Panamá, pero está claro que se debería respetar la separación entre la Iglesia y el Estado. Cuando le roban o sufre de un acto violento usted no va a la Iglesia a poner la denuncia. Acude a una institución del Estado; ¿pero por qué en el caso de nuestros derechos humanos la separación de Estado e Iglesia no se cumple? La pregunta de fondo es ¿tiene el Estado la potestad de regular la vida y las decisiones sobre la sexualidad de sus ciudadanos? Estamos hablando de interferir desde el aparato estatal en el sentir, pensar y derecho de las personas a determinar con quién convivir y hacer un proyecto de vida en común.

Para sorpresa de muchos, abogados, activistas y estudiosos de la legislación encontraron una pequeña ventana abierta en la Constitución. Algunos valientes solicitaron a la Corte Suprema de Justicia, con base al ARTÍCULO 57, la inconstitucionalidad de esa falta de igualdad que sufrimos con respecto al matrimonio. Así reza: “el matrimonio es el fundamento legal de la familia, descansa en la igualdad de derechos de los cónyuges y puede ser disuelto de acuerdo con la Ley”. Los cónyuges son personas y todos lo saben, la Constitución no dice que son heterosexuales. Lo importante a resaltar es que los magistrados deben fallar y en estricto derecho tienen que hacerlo a favor nuestro. Hacer lo contrario pondría a Panamá en un ridículo internacional y desnudaría la discriminación institucionalizada que existe hoy, y por eso la demora.

Años de activismo me han enseñado la necesidad y los beneficios para nuestra población de contar con el derecho al matrimonio. Parejas dejadas en la calle, involucrados en procesos legales interminables que les impiden acceder a recursos y propiedades que forjaron con sus propias manos y de los que fueron despojados. Sin seguro social para sus parejas, sin beneficios fiscales y sin derechos a visitarte en el médico cuando estás en tu peor momento o sin derecho de una ciudadanía; la lista es larga.

Tuve tres parejas a quienes amé y respeté profundamente. Hubo pasión, intimidad y compromiso. Puedo dar fe de que el amor sí existe. También somos personas, con virtudes y defectos, pero el amor que nos tenemos es más grande que el odio. El amor de las madres hacia sus hijos LGBTIQ, de abuelos a sus nietos, de hermanos, de tíos, tías, primos y primas, de la familia entera hacia sus miembros que valoran y respetan, de amigos y amigas y hasta de desconocidos sensibles a la desigualdad y el egoísmo. Años de activismo me han enseñado que el amor siempre triunfa y esta vez, así será también, estoy seguro de que lo vamos a lograr.

Especial para el diario La Estrella por Ricardo Beteta Bond ([email protected]).

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